Replico la Nota de recuerdo de Paladar Noir a modo de homenaje a un apasionado, salute!
Estoy convencido que preferirías te recordemos con alegría y pasión.
Nacho Videla Dorna (QEPD 27/6/2020)
Alzo mi copa y conmemoro el día que nuestro querido amigo Nacho Videla Dorna falleció. Ignacio murió el 27 de junio de 2020 en un accidente de moto. Nadie sabe bien cómo fue, venía solo. No hay registros de nada. Fue fugaz, todo muy repentino. Tan rápido, un hombre lleno de vida y de proyectos dejaba este mundo.
Esas ganas, esa pasión, ese empuje y trabajo sin cansancio lo llevó a cumplir con un sueño que, seguramente, tenía desde chico. En 2007 se asocia a su hermano, Carloto, y comienzan a trazar (o re-diseñar) este proyecto que es la bodega Videla Dorna. Una bodega que antaño se llamabas La Esmeralda, dado el nombre de la isla donde se ubica la finca, y era propiedad del Sr. Benigno Gutiérrez Acha. Esta bodega abre sus puertas hace casi 100 años y a fines de 1930 queda desactivada, producto de algunas medidas oficiales y la dificultad de seguir compitiendo en terruño tan lejano.
La bodega Videla Dorna está en Luis Beltrán, cerca de Choele Choel. Allí Nacho y sus hermanos se criaron desde muy chicos, cuando su padre (naviero) compra la finca y decide llevar a su familia a vivir allí. Los chicos se criaron entre gauchos, animales domésticos y salvajes, entre frutales y aire puro, bañándose durante los veranos en las frescas aguas del Río Negro… porque esta finca alberga la única bodega que está en una isla en la Argentina (y me atrevo a decir en el mundo).
Y entre tantas personas que pasaron por esa finca, estuvo también Calfulén, de quien Nacho tenía un muy grato recuerdo. Porque Calfulén era un indio mapuche que trabaja en la estancia, un tipo nacido en la Cordillera, en la provincia de Neuquén, pero que se fue corriendo hacia las distintas regiones productivas de la Patagonia, hasta llegar al Valle Medio del Río Negro y conchabarse en la finca de la familia. Calfulén les enseñó a entender la naturaleza, a respetar a los animales, pero también a “servirse” de estos para poder comer. Les enseñó a cocinar, a valorar lo que tienen y soñar lo que no tienen.
Y ese es el sueño que cumplieron Carloto y Nacho: reflotar productivamente la isla, primero en un viñedo y luego en una bodega (las instalaciones, techos, paredes y piletones estaban casi intactos). Para plantar vides acudieron a Alcides Llorente, Ing. Agrónomo muy reconocido en la zona, quien en sus “años mozo” trabajó para el Sr. Benigno Gutiérrez en la finca, y conocoía perfectamente qué cepas estaban plantadas en cada cuadro (en total eran 50 has. de vides). Y entonces pusieron manos a la obra, de la mano de Alcides, plantando 3.5 has. de Pinot Noir, con plantas adquiridas del vivero de la Bodega del Fin de Mundo (San Patricio del Chañar). Años más tarde, implantan Malbec y Sauvignon Blanc.
La bodega toma vuelo y comienzan a aparecer los primeros vinos, allá por 2012. Nacho y Carloto no tuvieron mejor idea que ponerle a sus etiquetas un nombre que para ellos era piedra fundamental en sus vidas: Calfulén y Gran Calfulén (esta última etiqueta tiene una historia aparte que será contada en otro momento). Honraron así a ese indio mapuche que tanto les había enseñado y que desde algún lugar del cielo les estaba dando fuerzas para seguir adelante. Como cuando eran niños y aprendieron con él a andar a caballo, a carnear una oveja o sacarle la miel a un panal. La otra línea de vinos, de entrada de gama, también tiene un nombre muy importante para ellos: Maroma, aludiendo a la balsa atada al cable de acero (maroma) que es necesaria para acceder a la isla donde está la estancia.
Podríamos seguir contando mil historias, porque Nacho siempre tuvo esa gentileza y cariño para con nosotros de venir a Paladar Noir y contar las historias de dicha bodega y sus vidas en la misma. Cada vez que venía nos quedábamos maravillados, aprendiendo de él, disfrutando sus vinos pero también su charla, sus historias y su amor por lo que hacía.
Nacho era un tipo lleno de coraje. Tanto es así que apostó a rehacer su vida con una mujer que le dio mucha felicidad, Silvina, y además dos hijas que eran todo lo que él amaba. Pero no se quedaba quieto nunca. Y es por eso que en 2018 se animó a emprender un nuevo proyecto: comprar la finca La Isabel, ubicada en Pomona. Finca que era propiedad de los Barsi (Canale) y que en su momento había sido propiedad de la bodega Chandón. La misma tiene casi 40 has., y poco más de 30 con viñedos plantados en la década de 1950 y 1960 por los operarios y expertos que la misma casa matriz en Francia envió para instalarse en la Argentina. Allí plantaron Cabernet Sauvignon, Pinot Noir, Merlot, Chardonnay. Pero el que se destaca es un Riesling, que Nacho se animó a cosechar por separado y vinificarlo por primera vez en 2019 (ver foto de la última cata en Paladar Noir en marzo 2020). Un vinazo, con características muy particulares, dada su acidez y complejidad.
Se nos fue Nacho, se fue un grande en la industria del vino, a pesar de que su bodega no produce más de 20 mil litros por año. Nos dejó un legado: los vinos; pero sobre todo nos dejó muchas enseñanzas y un ejemplo a seguir: que con amor, pasión y ganas es posible re-inventarse y vivir la vida feliz, llena de proyectos y con muchos desafíos.
Cuánto te extrañamos querido amigo! Sabemos que desde allá arriba nos seguís guiando y alentando. Te queremos mucho. Dios te bendiga.
Tami y Hernán
Paladar Noir