domingo, 28 de febrero de 2010

Llegada de la Vid a La Argentina

Introducción

Todos sabemos que el vino es una bebida que ha acompañado la evolución del hombre desde tiempos inmemoriales, pero las referencias más confiables hablan de su plena existencia en la época de la dominación helénica, es decir un milenio antes del nacimiento de Cristo. Recordemos que el antiguo testamento reconoce a Noé como un conocido borrachin que, por esas ironías del destino, salvó a la humanidad y al reino animal del diluvio universal.
Los historiadores coinciden en afirmar que el mayor acontecimiento en el terreno de la agricultura, por su trascendencia en la evolución del vino, debió ser la implantación de viñas en las Galias, es decir la antigua denominación del lo que hoy es Francia. En el siglo V, cuando los romanos abandonaron dichas tierras, ya habían sentado los fundamentos de prácticamente todos los mayores viñedos del mundo en que vivimos. Se dice que los romanos partieron de la Provenza, recorrieron en forma ascendente el valle del Ródano y llegaron hasta Burdeos, que hoy es considerada capital de la vitivinicultura mundial. También se afirma que en el siglo II de la era cristiana ya había viñas en la zona de la Borgoña y en el siglo IV en Champagne, Mosela y el Rin.

La Vid en La Argentina

Veamos, como la vid llegó a nuestras latitudes. Por lo general, los estudiosos que se dedicaron a escudriñar el pasado vitivinícola están de acuerdo en afirmar que en lo que hoy es la República Argentina se elabora vino desde hace unos 400 años.
También se coincide en que los primeros viñedos fueron plantados en Santiago del Estero, allá por 1554, por el sacerdote mercedario Juan Cidrón, que había sido traído de La Serena, Chile, para llenar la vacancia de párroco del lugar. Por supuesto, en esa época eran los sacerdotes los que debían ocuparse de obtener vino para cumplir con la liturgia de la misa católica. Así nace el primer vino de estas tierras.
Algunos años más tarde el padre Cidrón, junto con Juan Jufré, segundo fundador de la ciudad de Mendoza (el primero fue don Pedro de Castillo), implantaron las primeras viñas en la que hoy es la provincia vitivinícola de mayor producción. Se ignora si las primeras estacas provinieron de Santiago del Estero o de Chile. Ya hacia fines de ese siglo las viñas se habían extendido y se había ido armando una industria elaboradora de vino sumamente artesanal pero pujante, que algo así como a mediados del siglo XVIII comenzó a enviar su producción a Buenos Aires, el cual ya era, el principal centro de consumo. Sin poder afirmarlo con total veracidad, es muy probable que las uvas implantadas en Santiago del Estero y Mendoza fueran las llamadas criollas, que aún hoy se cultivan y son la base para la elaboración de los vinos comunes.
Los primeros progresos en materia de vinicultura se produjeron cuando un agrónomo francés, Miguel Aimé Pouget, ilustre prócer exiliado en Chile por razones políticas, fue contratado por don Domingo Faustino Sarmiento (que era gobernador de Cuyo) para dirigir la llamada Quinta Normal de Agricultura de Mendoza. Fue este singular personaje quien plantó las primeras estacas de la cepa Malbec. Es decir que dio el "puntapié inicial" para la extensión de la variedad que hoy es orgullo de los argentinos, ya que en nuestro país encontró el hábitat ideal para su desarrollo. El éxito del vino elaborado con Malbec hizo que varios viticultores extendieran su cultivo: Honorio Barranquero en Godoy Cruz y Balbino Arizu en Luján de Cuyo y en villa Atuel, una de las regiones de la hoy Denominación de Origen San Rafael.
Pero la real expansión de la vitivinicultura Mendocina se produce alrededor de 1885, cuando se inaugura el ferrocarril Buenos Aires al Pacífico (luego San Martín), que unía Mendoza con Buenos Aires. En la ciudad capital crecía constantemente el número de consumidores de vino, por influencia de la inmigración masiva de italianos y españoles que se produjo en esa época. Ambas colectividades estaban acostumbradas a beber vino con las comidas en sus respectivos países de origen. Del último cuarto del siglo XIX datan varias bodegas que hoy subsisten, más que centenarias. Recién después de la Primera Guerra Mundial los vinos argentinos comenzaron a tener un aceptable nivel de calidad, gracias a la utilización de cepas traídas de España, Francia e Italia.
Durante medio siglo y a pesar de tropiezos y errores la industria avanzó incesantemente y la Argentina llegó a convertirse en el cuarto productor mundial de vinos. En la década del 70 la tendencia predominante fue la producción masiva de vinos de mesa o de consumo corriente destinados al mercado interno. Debido a la ausencia de políticas definidas sobre vitivinicultura muchos, viticultores implantaron sus viñedos en función del volumen de producción y no de la calidad.

Los últimos años

Afortunadamente hacia fines de la década del 80 se produce un cambio en la estrategia de los Bodegueros, observándose una recuperación de la calidad de los viñedos mediante la implantación de variedades de alta calidad enológica, en zonas ecológicas muy aptas para elaborar vinos de gran calidad, y una fuerte tendencia a reconvertir viñedos ya existentes con variedades reconocidas por sus excelentes cualidades enológicas.
El reciente comienzo de reconversión del viñedo, acompañado de por la capacitación y perfeccionamiento de técnicos mediante intercambio desde y hacia el exterior, incorporación de tecnología, conocimiento de productos y mercados internacionales, son el reflejo de la búsqueda de una mentalidad que apunta al futuro y trata de ganar para la Argentina un lugar entre los países que sorprenden con los vinos del nuevo mundo.

En los últimos años muchos bodegueros argentinos comprobaron, con asombro, que sus vinos suscitaban creciente interés y recibían el halago de gran cantidad de distinciones en ferias y certámenes internacionales.
En poco tiempo se ha pasado de una total ignorancia en los países productores y consumidores acerca de los vinos argentinos a un reconocimiento cada vez más pronunciado, ya que las medallas de oro, plata y bronce obtenidas en países como Francia, Italia, Gran Bretaña, Estados Unidos, Turquía y otros se cuentan por centenas.
Libros tan importantes como el Diccionaire Larousse des Vins o el Atlas Mundial de Vinos y Licores de Hugh Jonhson, por utilizar un par de ejemplos, que dedicaban a la Argentina escasos párrafos, han revisado sus posiciones.
El esfuerzo conjunto de la industria, el trabajo solidario de los productores y los intereses mancomunados del sector privado y el oficial lograron éxitos que hasta no hace mucho podían parecer impensables.